domingo, 29 de septiembre de 2013

¿Por qué es tan difícil ser consistente con nuestro valores?

¿Por qué es tan difícil ser consistente con nuestros valores?

Todos sabemos que existen inconsistencias entre nuestra conducta y nuestros valores. En mayor o menor grado cada uno de nosotros puede citar ejemplos de su propia vida en los que cedió a las circunstancias, se acomodó por temor o simplemente dejó de hacer por flojera lo que tenía que hacer. No es suficiente saber qué está bien para hacerlo. ¿Por qué existe esta brecha? La investigación científica ha identificado cinco razones principales, que aquí expongo en forma muy resumida.

1. La mayoría de personas no sabe con claridad cuáles son realmente sus valores
Es sorpendente cuánta importancia damos a la formación de nuestras habilidades intelectuales y cuán poca a la de nuestras capacidades morales. Desde pequeños estudiamos cosas que son muy positivas, como las matemáticas, la física, la historia, el lenguaje y la geografía. Pasamos largas horas repasándolas y las practicamos hasta dominarlas. Curiosamente, nuestras destrezas morales no nos merecen el mismo interés ni mucho menos similar esfuerzo. Pongamos por ejemplo, la habilidad para controlar el mal humor. Desde más o menos los ocho años el ser humano tiene la capacidad para irse volviendo "cascarrabias", vale decir, para enojarse y manifestar frustración ante el mínimo contratiempo o cuando cualquier persona nos lleva la contra. Esto va "avinagrando el carácter" de la persona, hasta hacer que se vuelva un adulto malgeniado, hosco y autoritario con los demás. No es fácil aprender a disciplinar nuestro carácter, se requieren horas de expeeriencia práctica y de orientación de los adultos para desarrollar la habilidad de mantener el buen humor frente a las dificultades y, pese a todo, seguir tratando a la gente con cordialidad y atención. ¿Cuántas horas dedicamos a desarrollar esta capacidad en los colegios, cuántas en casa? Es muy probable que a lo largo de su vida las personas con poco control de su carácter adoptarán valores con menos consciencia de su significado y que actuarán de maneras más radicales.

2. El proceso de la conducta moral es largo y complejo
Toda conducta moral tiene cuatro etapas, y nuestras buenas intenciones pueden quedar truncadas en cualquiera de ellas. La primera es la etapa de la "atención moral", es el momento en que nos damos cuenta que estamos ante una situación en la que nuestras decisiones dependen de nuestro concepto de lo bueno y lo malo. Por ejemplo, si encuentro en la calle un objeto valioso perdido, mi atención moral me debe decir que es un bien valioso para la persona que lo perdió, que tengo una obligación ética de, al menos, intentar encontrar a su dueño para que lo recupere. Hay personas que ni siquiera llegan a este nivel básico de consciencia ética. La segunda etapa es el "juicio moral", que es el momento en que decido cuál es la opción correcta. La tercera etapa es la "intención moral", cuando nos formamos el propósito de llevar a cabo la conducta correcta que hemos identificado. Y finalmente, está la "conducta moral" que se da cuando actuamos en concordancia con nuestras intenciones. Todo el proceso se puede interrumpir en cualquiera de estas cuatro etapas. Por ejemplo, puedo tener toda la intención de decir la verdad sobre una transacción fraudulenta, pero callo por miedo a las represalias. Este largo camino hace que sea difícil ser consistente con nuestros valores aunque, por supuesto, no imposible. Por ejemplo, una persona que tiene toda la intención y la fuerza de voluntad para dejar de fumar, tiene en realidad no más de un 17% de posibilidades de dejar de ser fumador.

3. Tendemos a exagerar la fuerza de la situación
El ser humano magnifica sus miedos y las consecuencias negativas que puede sufrir si hace lo correcto. Entonces los obstáculos de la situación se vuelven aparentemente insalvables: mi jefe es un ogro que tomará terribles represalias en mi contra si yo me niego a cumplir sus órdenes fraudulentas; mi familia y yo sufriremos las peores consecuencias si no accedemos a pagar la coima que trata de imponernos un grupo de extorsionadores, nadie puede enfrentarse al sistema, todos trabajan exclusivamente por dinero, etc. Aclaremos que los peligros pueden ser reales y objetivos, pero que muchas personas exageran estos factores situacionales para usarlos como excusas y no hacer nada, simplemente resignarse a renunciar a sus valores.

4. Nos hemos acostumbrado al lenguaje de las excusas
Ciertas variables de intensidad moral nos sirven como un velo para ocultar nuestras responsabilidades y no hacer nada. Estos sesgos funcionan como poderosas excusas y nos hacen sentir moralmente intachables aunque estemos, en la práctica, aceptando cosas indebidas. Todos hemos aprendido de la sociedad, en alguna medida, a escudarnos detrás de estas excusas. Por ejemplo, está el "consenso social", que consiste en aceptar que algo debe estar bien simplemente porque todos lo hacen. También tenemos la "magnitud de las consecuencias", que nos sirve para aceptar que la gente haga algo malo siempre que no tenga repercusiones graves. Otra excusa es la "proximidad", que nos lleva a aceptar más fácilmente las cosas que ocurren lejos de nosotros, como cuando nos manifestamos escandalizados por la cantidad de niños esclavizados en las minas de diamantes de algunos países africanos, pero a continuación apagamos la televisión y seguimos con nuestras vidas como si nada hubiera pasado. También está la "probabilidad de efecto", que nos hace tolerar ciertas cosas malas porque "nada va a pasar", como cuando las personas cruzan a pie por la pista de las carreteras, en vez de usar los puentes peatonales, porque confían en que nada les va a suceder, generalmente con funestas consecuencias. Estas y otras excusas dificultan la consistencia de nuestra conducta.

5. Pocos seres humanos saben ser realmente felices
Finalmente, muchas personas no pueden querer y respetar a los demás porque en primer lugar no han aprendido a quererse y respetarse a sí mismos. Desde pequeños nos hemos acostumbrado, por ejemplo, a buscar la felicidad en las posesiones materiales, en las compras, o en una loca y desenfrenada carrera por el éxito a cualquier precio. Otros han aprendido que la felicidad se busca en los logros, en los títulos, en las poses intelectuales, en el círculo de amigos, etc. La consecuencia de todo esto sólo puede ser una verdadera ceguera moral como resultado de vivir tanto tiempo en medio de la niebla de la falta de amor por uno mismo. Nada es más importante que nuestra felicidad y que la compañía de las personas amadas, nuestros lazos de toda la vida. En cambio, buscamos la felicidad  ciegas en un mundo incierto y de espaldas a las verdaderas fuentes de bienestar para el ser humano.

Lima, septiembre de 2013

1 comentario:

  1. Quería tocar este punto sobre los valores. El artículo prácticamente es sobre la conducta moral, y cómo debemos de actuar en forma consistente ante una circunstancia o evento de la vida diaria, pero no defines qué son los valores, por lo que -desde mi punto de vista- cómo aplicar un procedimiento para cambiar mi vida si no sé lo que tengo (en valores) ni sé qué son estos valores (si los tuviera).
    ¿Qué es un valor y cómo ser consistente con él? Por ejemplo, la honestidad es un valor. Y no me refiero a la honestidad material, como no robar o tomar cosas ajenas, sino a la honestidad en general: ser honesto con mi pareja, con mis semejantes, con Dios, con mis palabras, honesto con mis pensamientos, etc. Según el mataburros de la RAE, la honestidad la definen como: recatado, pudoroso, razonable, justo, probo, recto, honrado, entonces, ¿poseemos ese valor de la honestidad? ¿somos rectos, justos, razonables en nuestras acciones, pensamientos y sentimientos? si lo fuéramos sin excepción alguna entonces podremos decir que tenemos el valor de la honestidad, en caso contrario no lo tenemos porque alguien no puede ser probo e injusto al mismo tiempo (es como una verdad a medias). Esto me lleva a la reflexión de que cuando uno tiene valores, su conducta moral será un reflejo de esos valores, pero si no tuviera valores, su conducta moral también será un reflejo de esa carencia de valores.
    Las inconsistencias existen en la relación de nuestros pensamientos, sentimientos y acciones sólo cuando carecemos de valores, y no entre los valores y la conducta moral . Por ejemplo hago una cosa sin emoción, de mala gana, sólo por obedecer, o digo algo pero en el fondo de mi ser no lo siento, ó puede ser que me sienta enamorado de una mujer pero mis acciones, pensamientos o palabras están mostrando lo contrario, y no es amor lo que siento por tal mujer sino una manifestación de la lujuria que se ha apoderado de mi alma. Otro ejemplo sería, las acciones realizadas al trabajar duro para progresar, pero quizá el sentimiento de esa persona no es el progreso sino la codicia de tener más ó la envidia que siente de otros, ó el orgullo de querer ser más que los demás. Y así un sin fin de ejemplos.
    En conclusión, para eliminar esa “brecha” que menciones y que produce inconsistencias en nosotros, debemos de averiguar cuáles son nuestras debilidades, esas que nos hacen individuos carentes de valores. Y para averiguarlo se requiere de un auto-seguimiento, un auto-análisis, ¿por qué soy como soy?, sino respondo a esta pregunta entonces seguiré siendo inconsistente entre lo que hago, lo que pienso y lo que siento.

    ResponderEliminar